«Conectar con nuestras máscaras puede llevarnos a una mayor autenticidad y espontaneidad, a desinhibirnos y a desnudarnos, a tocar nuestra esencia más pura, y a abrirnos muchas puertas en el camino del autoconocimiento»
Coincidiendo con la cercanía de Carnaval, siento que es un buen momento para compartir una reflexión sobre las máscaras, sus funciones, y los personajes que solemos crear en distintos momentos de nuestra vida para recibir amor y aprobación o para protegernos del dolor.
Desde tiempos ancestrales, en todos los continentes los seres humanos han sentido una gran atracción por la creación y el uso de las máscaras en distintos contextos, muchos de ellos con un significado sagrado dentro de diversas ceremonias y celebraciones. Como antropóloga, y a nivel personal, me fascina el uso de las máscaras dentro de los rituales en tantas partes del mundo, y aunque hay un elemento importante de misterio, podemos entender que se incorporan para la protección, para la sanación, para la mediación con el mundo espiritual, para los ritos de paso, y para revelar diferentes aspectos de la condición humana. Por este motivo, pueden resultar especialmente interesantes para las personas que acompañan en procesos de transformación personal.
Hay muchas teorías sobre el origen de la palabra “máscara”. Una de ellas, según un etimologista alemán, es que viene del castellano “más que la cara”, una cara adicional. En árabe, la palabra “maskharah” quiere decir “bufón”, y en hebreo se refiere a la transformación.
A partir de nuestra concepción, según el conjunto de dinámicas y eventos vividos y las creencias que adquirimos a lo largo de nuestra infancia, adolescencia y adultez, con mucho ingenio desarrollamos una serie de barreras de protección y máscaras para sobrevivir a la experiencia del rechazo, la desaprobación o el castigo, y no sentir el dolor emocional. Aunque estas máscaras tuvieron una función muy importante en su momento, sobre todo durante nuestra infancia, pueden atraparnos y limitarnos en la expresión de quienes realmente somos. Desde el miedo a ser expuestas o rechazadas, podemos crear una imagen falsa de nosotras mismas que presentamos al mundo, y nos alejamos de nuestra inocencia y belleza única, en la cual no hay nada que esconder ni nada que demostrar.
Algunos ejemplos de máscaras…
Por ejemplo, algunas de las estrategias y máscaras más comunes para mujeres que sentimos el deseo de sostener y cuidar en nuestro camino profesional, y las que más he reconocido en mí y alrededor, son:
- “La cuidadora”, que necesita ayudar y rescatar a alguien.
- “La perfeccionista”, que basa su autoestima en el resultado de lo que hace (que nunca es suficiente).
- “La que complace”, que necesita ver feliz a todo el mundo y hacer todo lo posible para que haya armonía.
- “La maestra”, que usa la estrategia de pensar y hablar de conceptos, conocimiento e historias para negar y evitar su dolor emocional.
- “La soñadora espiritual”, que ha aprendido que es más seguro distanciarse del mundo ordinario.
- “La que se esconde”, que tras la timidez y la sensibilidad trae la herida de sentirse invisible o ignorada en su infancia.
Si te reconoces en alguna, puedes agradecer a tu niña interior que en su momento construyese estas estrategias para recibir amor y aprobación y para protegerse del dolor. Ahora, desde la mujer adulta que eres, puedes encontrar maneras de soltarlas y transformarlas, construyendo una nueva relación de confianza con ella. No se trata de volver a juzgarte.
Y es que la conexión con el símbolo de la máscara puede abrirnos muchas puertas en el camino del autoconocimiento.
En este sentido, siempre había relacionado la idea de la máscara con lo que esconde, con el disfraz, con el disimular… Y cada vez más, cuando conecto con ella, también siento que nos puede llevar, paradójicamente, a una mayor autenticidad y espontaneidad, a desinhibirnos y a desnudarnos, y a tocar nuestra esencia más pura, a nuestra alma. ¿Cómo? Haciendo distintos tipos de trabajo con ellas. Por ejemplo, para mí fue muy liberador hacer una lista de todos los papeles, roles o etiquetas que forman parte de mi “yo” social, tanto en mi presente como en otros momentos de mi vida.
También participé, durante un retiro creativo en Inglaterra, en un ritual muy potente en el que todas las participantes experimentamos la sensación de “quitarnos”, ver y sentir nuestra “otra” cara, simbolizada en una máscara de yeso hecha sobre nuestros rostros, y pudimos exteriorizar y compartir lo que contenían nuestras propias máscaras.
Vale la pena explorar, experimentar, tomar conciencia de nuestros papeles y máscaras. En el fondo, esta exploración nos lleva a sumergirnos en la gran pregunta existencial y espiritual: “¿Quién soy yo?”
Texto adaptado y extraído de los contenidos del módulo 2, “La Que se Conoce”, y el módulo 9, “La Que Improvisa”, de la formación online “El Camino de la Facilitadora”, que incluyen varios ejercicios y propuestas relacionadas con el tema de las máscaras.

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